viernes, 30 de diciembre de 2011

Las palabras no son neutras.

En la larga y difícil lucha por la igualdad, la Ley de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género de 2004 aprobada por todos los partidos del Congreso, incluido el PP, fue un paso decisivo en España y un referente mundial. Esta Ley arranca con una declaración contundente que no hace distinciones entre mujeres asesinadas dentro y fuera del ámbito familiar: “La violencia de genero no es un problema que afecte al ámbito privado… se trata de una violencia que se dirige sobre las mujeres por el hecho mismo de serlo”. De las 60 mujeres que han sido asesinadas en este año -hasta el día de ayer-, 39 convivían con su agresor. En los demás casos, el agresor ya no formaba parte de ese entorno familiar. Sin embargo, el comunicado difundido por el nuevo ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad de la señora Mato pretende eludir en todo momento la expresión “violencia de género” al referirse a la última víctima y atribuye lo ocurrido a la “violencia en el entorno familiar”. Esta no es una omisión accidental. Parece que quiera volver a la rancia doctrina de inspiración patriarcal según la cual el maltrato a las mujeres dentro de los hogares es un asunto íntimo, doméstico y en el que nadie más debe inmiscuirse. Más tarde en el Congreso, la nueva ministra ratificó el comunicado diciendo “Lo importante no es el nombre, lo importante es que todavía hoy hay muchas mujeres que mueren a manos de las personas que en teoría más deberían quererlas”. Que utilización equivoca del lenguaje queriendo diluir el problema y situándolo nuevamente en una zona gris donde volverlo invisible como ocurría hasta hace bien poco. Habría que recordarle a Ana Mato y al PP que existe un consenso internacional sobre el término y que las palabras no son neutras. De hecho la sociedad designa las cosas de una forma u otra intentando contribuir a un cambio de mentalidad en los ciudadanos ante manifestaciones culturales inaceptables como la violencia de género. Todo esto sin olvidar que la violencia así conceptualizada tiene un tratamiento jurídico específico y como tal a de aplicarse en los casos pertinentes. Lo cual no es poco.

jueves, 29 de diciembre de 2011

“Dejar florecer cien flores”

El filósofo francés Paul Ricoeur decía que la particularidad del discurso político debía residir en su capacidad para ofrecer una escapatoria a la inseguridad del presente mediante un lenguaje (diferente del religioso, el nacionalista o el ideológico) en el que pueda intervenir el futuro como lugar utópico,  porque una sociedad democrática no puede perdonar, por instinto de conservación, que un Gobierno no la haga sentirse segura. Ni lo perdona en las urnas. Ante la crisis económica, José Luís Rodríguez Zapatero mostró una inseguridad y un desconcierto no aceptable por la sociedad española. Sobre todo, al aceptar de los organismos europeos desde mayo del 2010 unos ajustes y recortes para solucionar nuestro déficit presupuestario con un reparto de sus costes tremendamente desigual. La sociedad española ha tenido la sensación de que su Gobierno iba a remolque de los acontecimientos y que, ante la catástrofe que se le venía encima, no estaba protegida. A partir de esa percepción la suerte estaba echada para el Gobierno socialista. Sin embargo, y sin ser este el momento para enjuiciar a Zapatero y su Gobierno, en el futuro y con mayor perspectiva histórica veamos de forma diferente lo que ha sido esta legislatura de la crisis. Pues, pese a estar a punto de ser intervenidos y a una situación insoportable, se ha podido posibilitar una salida democrática para el país y la celebración de elecciones con alternancia política, lo cual no ha sido posible en otros países europeos. Ahora, los socialistas debemos enfrentarnos a la tarea de recuperar la confianza de la sociedad. Para ello, debemos reconocer la posición en la que nos encontramos y diseñar una estrategia para salir de ella. Es decir, donde queremos estar mañana, y no donde estuvimos ayer o si queda mucho o poco por hacer. Por eso, los textos “Mucho PSOE por hacer” o “Yo si estuve allí”, no deben ser contradictorios ni incompatibles, ni el comienzo de las hostilidades por el liderazgo del partido. El grupo que avala el texto “Mucho PSOE por hacer” ha sido especialmente crítico con la acción de Gobierno, lo que ha incitado a una veintena de ex altos cargos del Ejecutivo de Zapatero a defender su legado, sin entender que el debate desde la autocritica no es incompatible con la lealtad, más bien es al revés. Posiblemente una lealtad mal entendida les impidió a muchos de esos ex altos cargos decirle a Zapatero que debía rectificar en la gestión de la crisis, porque estaba perdiendo la confianza de la sociedad española de una manera irreversible. La indignación de los ex altos cargos estaba motivada fundamentalmente por un párrafo que suscribieron tres ex ministros: Chacón, Caamaño y López Aguilar, y que decía “Cuando los ciudadanos nos abandonaron, nosotros ya les habíamos abandonado a ellos”. Pero estos tres firmantes no veían en su escrito motivos de incomodidad para Zapatero, porque esas reflexiones las había hecho él anteriormente y en su presencia. A ese debate se ha unido otro documento, “Igualdad y Solidaridad ante un mundo globalizado”, firmado, entre otros, por los ex ministros Ángel Moratinos y Leire Pajín, que explica la intención de participar en el debate de ideas abierto en el partido, incidiendo en un modelo de crecimiento sostenible que no pise el Estado del bienestar y luche contra las injusticias. En este contexto recuerdo un proverbio chino “Dejar florecer cien flores”, ya que en este partido debemos dejar fluir las ideas, las posiciones y por supuesto, la autocritica. Porque siempre, siempre hay que rendir cuentas y estar sujeto a las críticas.

Para ese debate de las ideas es conveniente leer los textos completos. Aquí tenéis un breve resumen para abrir boca:
Mucho PSOE por hacer. “Lo importante no es quien haya podido equivocarse, sino en qué y por qué… La gestión de la crisis ha sido también causa de nuestra derrota… Cuando tardamos en reconocer y llamar a la situación económica con el mismo nombre que la llamaban los ciudadanos, perdimos buena parte de nuestro crédito… Algunas de nuestras políticas, los equívocos sobre nuestra orientación ideológica y forma de organizarnos han contribuido a la derrota… La pérdida de credibilidad y coherencia ha sido fruto de de la erosión de nuestros mecanismos democráticos y del aislamiento social del partido”.
Yo sí estuve allí.  “El tiempo se encargará de dar a Zapatero el lugar que le corresponde en la historia de España… Tendió la mano a quien había sido su adversario e impuso un modelo de integración tan ejemplar como, por desgracia excepcional… Gracias a sus políticas se ha mantenido la cohesión social pese a la dureza de la crisis… No sería decoroso que quien estuvo allí de manera evidente, y cabe decir entusiasta, aspirase ahora sugerir lo contrario… Se dice que la derrota es huérfana y la victoria tiene mil padres. Esta derrota es tan amplia como colectiva.       

sábado, 17 de diciembre de 2011

El capitalismo consumista.

Si queremos entender, un poco más, como funciona el sistema, sólo hay que ver como se promueve un consumo desbocado en estas fiestas. Nuestra sociedad convive con el consumo de la novedad continua, en la perpetua superación de lo anterior. Y cada vez que aparece un nuevo producto se anuncia como algo único, pero sabemos que es tan único como todos los anteriores. Esto ocurre con cualquier tipo de producto, ya sea industrial, financiero o de servicios, porque para el sistema todo es mercancía. Bertrand Rusell ya denunciaba en su tiempo el sobreconsumo, la creación de necesidades ficticias y la indefensión de la clase trabajadora en un sistema que lleva a los trabajadores al paro forzoso o al trabajo a destajo, mientras una minoría que tiene el poder económico o financiero acumula cada vez más riquezas. Hasta, Ángel Gurria, secretario general de un organismo como la OCDE, que en estos días celebra su 50 aniversario, lo acaba de decir: “En nuestra sociedad cada día aumentan más las desigualdades, porque los trabajadores pierden cada vez más derechos”. Y así nos va. Sin embargo, con un solo gramo de sensatez se podría ayudar a cambiar muchas cosas.      
Ángel Luis Jiménez Rodriguez

jueves, 15 de diciembre de 2011

La nueva Europa.

Ya han pasado unos días desde la cumbre del Consejo de Europa. Ahora puedo reflexionar con cierta perspectiva sobre el plan de austeridad fiscal de la canciller alemana, Ángela Merkel, que parece nos alejará de la amenaza de fractura de la eurozona. Y ello debido al compromiso de todos los países de la Unión Europea, excepto el Reino Unido que se ha descolgado, para hacer viable la unión monetaria. Pero, si el Banco Central Europeo (BCE) no compra deuda soberana, aunque sea en secreto, de cualquier país del euro atacado por los especuladores, esta unión se convertirá más en una cuestión de fe que en una realidad. Así que con este acuerdo firmado, el euro se salvará, pero la recuperación del crecimiento capaz de generar empleo se perderá, ya que no se estimula el crecimiento con las políticas económicas adecuadas. Hay una renuncia evidente de soberanía y un déficit democrático que preocupa menos que el déficit fiscal, por eso lo acordado no sirve. Algunas de las principales medidas ya conocidas del plan impuesto por Ángela Merkel son la estricta austeridad del gasto público; la elevación a rango constitucional del equilibrio presupuestario; el establecimiento de un techo de déficit cuyo incumplimiento conllevará sanciones automáticas; la cesión de las decisiones importantes sobre los presupuestos nacionales al Consejo de Europa… todas estas medidas presentan paradojas políticas y debilidades jurídicas que pueden hacer sudar tinta durante meses a los líderes y abogados de Bruselas, sobre todo, si el directorio franco-alemán se rompe. Será capaz Nicolás Sarkozy de conseguir en su país la mayoría necesaria para su aprobación. Seguirá pretendiendo Ángela Merkel dirigir Europa con el calendario electoral alemán en la mano y gobernar con instrumentos de ámbito nacional el interés general de los europeos. Eso si, como resultado de la cumbre europea, nos dicen que ha nacido una nueva Europa. Sarkozy añade “la palabras clave de la nueva Europa serán la convergencia de las economías, las reglas presupuestarias y la fiscalidad”. Pero, en esos siete folios de acuerdo para la nueva Europa, dónde se habla de su principal problema, el paro, con 25 millones de europeos sin trabajo, y de la pobreza y desigualdades en alza o de las inversiones y de las políticas de crecimiento. Piensan los líderes europeos que ese plan de austeridad, que comporta un grave retroceso social y que trata de desmontar el precario Estado del bienestar, además de causar graves daños a la población, puede ser también la sepultura del neoliberalismo que nos imponen. Qué tengan cuidado, porque crece la indignación y con ella la reacción popular para defender los derechos conseguidos en décadas de lucha.
Ángel Luis Jiménez Rodriguez

miércoles, 14 de diciembre de 2011

La gran mentira.

Hoy pensaba sobre lo ocurrido en Escocia con la gestión privada de los hospitales, y que sigue pasando en el Reino Unido, porque es lo que ocurrirá en España, si Dios no lo remedia. La historia comienza con un mensaje conciso para los ciudadanos, -siempre comienza así- se les informa que los hospitales públicos construidos o por construir van a ser gestionados por empresas privadas porque supone “un ahorro para las arcas públicas”. Primera mentira, será justo lo contrario. A la larga los intereses a pagar se duplicaran y el coste será mucho mayor que el estimado originalmente. Existen estudios de dos universidades inglesas que lo confirman, Manchester y Londres. Estos estudios denuncian que la proliferación de hospitales con gestión privada en Escocia había generado a la sanidad pública una deuda no prevista de 2.800 millones de euros en cinco años. Segunda mentira, “en la gestión privada no hay sorpresas, todo está pactado”. En los primeros 12 hospitales ingleses que fueron gestionados con el modelo de iniciativa de financiación privada (PFI), el gasto público fue un 20% superior a lo que se había contratado. Las empresas alegaron -siempre lo hacen- que las previsiones se habían quedado cortas frente a las prestaciones que estaban realizando, y que su recorte pondría en peligro y hasta podría colapsar el servicio. Estas amenazas obligaron a las administraciones inglesas a ceder porque estaba en juego la salud de los ciudadanos. Otro problema que existe en el modelo PFI ya constatado, y no menos importante que las mentiras anteriores, es que en un mismo hospital conviven médicos y enfermerasde primera y de segunda”. La mayoría de las veces los médicos y enfermeras que contratan las empresas PFI, que no son trabajadores del sistema público, tienen un régimen laboral y un convenio peor que el de los que proceden de la Administración. Por tanto, nos encontramos con “situaciones desiguales en trabajos iguales”, lo que genera conflictos en los hospitales de iniciativa privada y problemas sanitarios para los pacientes y ciudadanos en general. Así que el futuro de la sanidad de nuestro país está claro. Los ciudadanos españoles no debemos aceptar este modelo de iniciativa y gestión privada de los hospitales que nos quiere imponer la derecha, porque es una gran mentira que acaba saliendo más cara. La sanidad española será pública o no será.
María José Jiménez Izquierdo y Ángel Luis Jiménez Rodriguez

jueves, 8 de diciembre de 2011

Hasta cuándo.


Los españoles llevamos casi tres semanas sin conocer cuál es el programa de gobierno de Rajoy. Sin embargo, si lo ha revelado a diversos mandatarios extranjeros de Europa y EEUU. Hoy, lo hará en la cumbre del PP europeo a Merkel y Sarkozi. Ayer, lo hizo con el secretario del Tesoro de Estados Unidos, Timothy Geithner, que le ha dado la alternativa en el escenario internacional. Luego Rajoy como los toreros se quedará sólo con el toro. Y ya veremos. Lo que no sabemos es si Rajoy en estas reuniones está explicando lo que va a hacer cuando gobierne o recibiendo instrucciones sobre lo que tiene que hacer. En esta situación huérfana de noticias y de gran desconcierto, lo que se filtra a través de medios solventes nos llena de escalofríos. Rajoy tiene la voluntad -según ha dicho- de acelerar el proceso para gestionar la “montaña” -176.000 millones de euros- de activos inmobiliarios tóxicos que tiene la banca. Crearía un “banco malo” financiado por el Estado para comprar esos activos tóxicos, que nos costaría a los españoles 100.000 millones de euros. Rajoy también propone rebajar salarios y fomentar el empleo juvenil -según ha dicho a los Sindicatos- mediante un nuevo contrato a tiempo parcial con un sueldo máximo de 400 euros mensuales (por debajo del salario mínimo) y el pago de las cotizaciones de forma voluntaria por parte del trabajador. ¡Qué tiempos aquellos en los que hablábamos de los mileuristas! Y ahora cómo llamaremos a los trabajadores con esos miniempleos de 400 euros. Qué bien resumía todo esto El Roto en una de sus sangrantes viñetas de El País, “Sí no se puede devaluar la moneda, habrá que devaluar a la gente”. Y me pregunto: Hasta cuándo
Ángel Luis Jiménez Rodriguez

martes, 6 de diciembre de 2011

Se nos olvidó la Constitución.

Hoy celebramos 33 años de la Constitución española, y quisiera recordar el principio 2.º del Preámbulo constitucional -garantizar la convivencia conforme a un orden económico y social justo-, en relación con el artículo 1: “España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho”. También el artículo 10.1, que valora la “dignidad de la persona” como “fundamento del orden político y de la paz social”. Y por supuesto, el artículo 40 de nuestra Carta Magna: “Los poderes públicos promoverán las condiciones favorables para el progreso social y económico… y realizaran una política orientada al pleno empleo”. Estos principios y derechos no se quedaron en la mera formulación  constitucional, sino que aparecen consagrados en normativas de rango inferior en desarrollo de la Constitución como la Ley 8/80 del Estatuto de los Trabajadores. Sin embargo, los casi cinco millones de parados y el miedo colectivo a perder el empleo, lo aprovecha la derecha y la patronal para olvidarse de la Constitución, eliminar derechos de los trabajadores y facilitar (aun más) el despido. La reforma de la reforma laboral que plantea realizar Rajoy, sino se ponen de acuerdo los agentes sociales, aprobará nuevos cambios en el mercado trabajo, que sólo servirá para abaratar el despido e incrementar el número de parados. La solución en cambio está en un modelo productivo “más equilibrado”, en la formación combinada con trabajo y en el impulso de la economía desde las administraciones públicas. Y es que no se enteran que el respeto a los derechos de los trabajadores y un mejor gobierno es la solución y no el problema.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Lo mejor del ser humano.

La compasión como concepto ha tardado mucho tiempo en incorporarse a nuestro sistema de valores. Los filósofos griegos desdeñaban la compasión por considerarla humillante para quien la ejercía y la recibía. En el nuevo Testamento, la compasión apareció como el fundamento de la ética cristiana. En el Antiguo Testamento, ni siquiera se menciona. En el Islam es una virtud esencial. El budismo y del hinduismo están más pendientes de la liberación personal que de la misericordia hacia los demás. Tampoco en la filosofía de Confucio, -lo más parecido a la religión para los chinos- la compasión tiene relevancia. Los chinos creen en los antepasados, en los lazos familiares y en las máximas de Confucio. Esta asombrosa cualidad humana que hace afligirte por el que no conoces y tratar de ayudarle cuando lo necesita, ha sido incorporada a los valores de occidente y de nuestra civilización gracias a una corriente de pensamiento cristiano y a la eterna duda pagana, que busca la purificación del alma mediante la experiencia de la compasión. Es una experiencia que te obliga a acercarte a los demás, a sentirlos, a entenderlos y finalmente, a ayudarlos. Y que se ha convertido en el núcleo de lo mejor del ser humano.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Olvido o memoria.

La propuesta de la comisión de expertos designada por el Gobierno de Zapatero para redefinir el futuro del Valle de los Caídos ha abierto una gran polémica. Esta polémica sobre la exhumación y el traslado de los restos de Franco, si la Iglesia lo permite, me ha hecho recordar una entrevista de hace unos días en la radio al ministro de Justicia, Francisco Caamaño. Contaba una anécdota de su experiencia como docente. Al parecer durante una de sus clases en la universidad al hablar de “los tiempos de Franco”, un alumno le preguntó quién era, pues nunca había oído hablar de él. El ministro quiso aprovechar el momento para hacer un silogismo con la desaparición de  ETA, deducía que dentro de 30 años nadie se acordaría de la banda terrorista. Esa buena intención del ministro porta en su interior un peligroso germen. Aunque por fin nuestro país se halle en disposición de pasar página en materia de terrorismo etarra y los traumas de la dictadura estén superados, superar no es olvidar, porque las memorias en blanco son el mayor obstáculo para aprender de los errores. Que un estudiante llegue a la universidad sin el más remoto conocimiento del dictador, que tras una guerra civil sembró de terror y odio nuestro país durante casi cuarenta años, es cuando menos escandaloso y un gran fallo de nuestro sistema educativo. La comisión nos recuerda que el dictador no fue uno de los caídos en la Guerra Civil y que su sola presencia dificulta el propósito de reconvertir el complejo en un memorial para todas las victimas allí enterradas, muchas de ellas republicanas. Además, no creo que el PP y la Iglesia asuman la recomendación de la comisión de retirar los restos de Franco de la basílica. Y que ocurrirá con la propuesta de la comisión de crear un “espacio destinado a la meditación de carácter cívico” o la constitución de “un centro de interpretación” para explicar el origen de este monumento y la historia que encierra. Y sobre todo, quién contará esa historia y qué historia se contará.
María José Jiménez Izquierdo y Ángel Luis Jiménez Rodriguez